Los cantes de laboreo de Torredelcampoanálisis literario y etnomusicológico

  1. Alcántara Moral, Antonio
Zuzendaria:
  1. Francisco Javier Escobar Borrego Zuzendaria

Defentsa unibertsitatea: Universidad de Sevilla

Fecha de defensa: 2016(e)ko urtarrila-(a)k 12

Epaimahaia:
  1. José Luis Bernal Salgado Presidentea
  2. José Luis Anta Félez Idazkaria
  3. Rafael Infante Macías Kidea
  4. Juan Manuel Suárez Japón Kidea
  5. Eulalia María Pablo Lozano Kidea

Mota: Tesia

Teseo: 395046 DIALNET lock_openIdus editor

Laburpena

El cante en el campo existe desde tiempos inmemoriales y siempre con un objetivo común: ser una mera sustancia aliviadora de las fatigas agrícolas. El duro trabajo hace que los campesinos usen la música como elemento mitigador de sus fatigas. Ya lo dice el sabio refrán: el que canta, su mal espanta. El pueblo jiennense de Torredelcampo hace gala a su nombre y posee una rica amalgama de cantes del campo como la gañana, siega o trilla. De todos ellos, el cante de siega es sin duda el más exclusivo ya que podría incluso considerarse autóctono, aunque es cierto que en pueblos limítrofes como Torredonjimeno o Fuerte del Rey también se practica. El origen de sus letras presenta una gran hibridación con las que se escuchan en otras zonas de la península, ya que la mayoría aparecen también en cancioneros populares de toda España, pero los cantes de laboreo de Torredelcampo han contribuido a perpetuar esas letras en la memoria colectiva. Estos estilos tienen una clara función meloterápica del duro trabajo bajo el imponente sol andaluz de los meses de junio, julio y agosto. Son peculiares tanto por su temática, fundamentalmente picarona y en ocasiones libidinosa en la siega y más bucólica en la gañana y la trilla, como por su melodía con una gran cantidad de melismas de gran belleza y dificultad. A pesar de su riqueza literaria, musical y antropológica, son unos cantes que han agonizado (o agonizan) debido a la fuerte mecanización agrícola y a su escasa inclusión en los repertorios flamencos. Aunque en los últimos años, la afición y el estudio de muchos cantaores así como la originalidad y el toque pintoresco o bizarro que aportan a un recital flamenco, ha provocado que vuelvan a tener un pequeño repunte. La pequeña eclosión que están experimentando estos cantes, se deba precisamente a esa capacidad de innovar de los artistas que se surten de estos estilos para intentar sorprender al público con la recuperación de palos que estaban condenados al ostracismo. Es importante la perpetuidad de estos estilos ya que habitualmente los estudios sobre el arte jondo no se han encargado de ellos, han sido cantes defenestrados u olvidados por los investigadores del flamenco e incluso de otras disciplinas como el folclore o la antropología. Para cubrir ese vacío y con el objetivo de rescatar estos estilos, y las tareas en las que se cantaban, brota este trabajo que realiza una labor de recuperación con 92 letras recogidas que ponen en valor estos cantes y, por supuesto, sirve para honrar a los campesinos que se dejaron la piel por los surcos y regaron con su sudor las gavillas de trigo al son de unos buenos cantes de laboreo.