L'immigration "française" dans le sud des Pays-Bas espagnols (fin XVIe-XVIIe s.)pratiques, discours et représentations

  1. Kervyn, Marie
Dirigida por:
  1. Bruno Bernard Director/a
  2. José Javier Ruiz Ibáñez Director/a
  3. Igor Pérez Tostado Director

Universidad de defensa: Universidad Pablo de Olavide

Fecha de defensa: 18 de enero de 2016

Tribunal:
  1. Monique Weis Presidente/a
  2. Preyat Fabrice Secretario/a
  3. Igor Pérez Tostado Vocal
  4. Natividad Planas Vocal
  5. José Javier Ruiz Ibáñez Vocal
  6. Bruno Bernard Vocal
Departamento:
  1. Geografía, Historia y Filosofía

Tipo: Tesis

Teseo: 396585 DIALNET lock_openRIO editor

Resumen

Los tiempos modernos corresponden a una época que vio abundar las migraciones. « Exploraciones », conquistas, reconquistas, repoblaciones, misiones, exilios y proyectos comerciales entrenan por primera vez innumerables desplazamientos de la población por todo el mundo. En ese momento y en la historia de las migraciones, los Países Bajos meridionales ocupan una posición decisiva. Por un lado, forman una parte particularmente populosa y próspera del sistema imperial policéntrico español. En el desarrollo de su política de exclusividad religiosa, este asigna la homogeneidad religiosa como la esencia de la lealtad política y fija elementos decisivos como este para las migraciones. En segundo lugar, los Países Bajos españoles están en la intersección de bloques confesionales de un cristianismo Europeo recién dividido por las reformas protestantes y las guerras de religión. Operan en un contexto geopolítico altamente confrontacional, quien abre áreas de refugio y les confronta con la deserción y la recepción de individuos aislados, de familias o de grupos de profesionales de todo tipo. En este marco original y complejo, esta tesis desarrolla una problemática en torno a la recepción de « extranjeros de nación », ambos vecinos y nativos de una monarquía percibida como el enemigo político, en una zona fronteriza. Esta última aparece no solo como una marca de discontinuidades geopolíticas, sino también como un lugar de paso, un « límite » poroso y un elemento que genera consenso en términos de desarrollo social, jurídico, político y económico. Esencialmente, este proyecto está reflexionando sobre las identidades, o más bien « identificaciones », de las comunidades regnícolas a través de la recepción de individuos exógenos. Esta reflexión aspira a trascender las lecturas estrictamente urbanas, regionales o nacionales, y coloqua a los Países Bajos en un debate abierto sobre los espacios de circulación confrontados a problemas similares. Sus principales hallazgos y resultados son los siguientes. La ciudadanía, la naturalización, la afiliación política, la residencia, la asistencia o la pertenencia a un gremio moviliza diferentes repertorios de inclusión y exclusión, cuyas intenciones y efectos varían en el espacio y en el tiempo. El « migrante francés » es extranjero a un grupo en un contexto determinado, no a los Países Bajos españoles. Este análisis confirma una verdad probablemente restaurada por B. de Munck y A. Winter en Gated Communities ? : la multitud de grupos y entidades que definen el espacio social hacen maleable la noción de extranjería. Los enfoques maniqueos sobre uno de estos dispositivos o los enfoques dicotómicos a partir de escalas « centrales » y « locales » solo son creíbles si están atenuados por el reconocimiento de la superposición de estos dispositivos a terceras instituciones. La autoridad de uno de ellos para estatuar sobre el destino de un individuo (inmigrante natural de Francia o no) no actúa de manera aislada, pero puede tener que interactuar con los demás polos de poder o grupos de interés. Esta superposición promueve la capacidad de negociación de los inmigrantes (no sólo a los exiliados políticos y religiosos), quienes se apoyan sobre un dispositivo de integración y su reconocimiento administrativamente sancionado para justificar su legitimidad para acceder a otro. Los migrantes son capaces de negociar con las distintas autoridades locales y el soberano, pedir naturalización o exención a medidas coercitivas invocando su asimilación a la burguesía, y vice versa. Las acciones diarias se convierten en pruebas de intención y, por el « reconocimiento colectivo local », dan acceso a ciertos derechos por el principio del Jus percipiendi. Esto se verifica cuando la identificación administrativa y tejeduría de vínculos jurídicos con las autoridades real y locales pasan por el reconocimiento y la validación social en el seno de las comunidades locales, por lo tanto, por la capacidad de certificación de la práctica. La « capacidad de acción » no debe confundirse con la « libertad de acción », ni la violencia y las relaciones de dominación minimizadas, pero este es el testimonio de un diálogo que une un tríptico constituido por el poder soberano, los niveles locales y los migrantes. Entonces, la inmigración no justifica la conversión absoluta de « natural de Francia » en « extranjero de derechos ». El « extranjero de nación » quien puede demostrar su deseo de permanecer en las tierras de los Países Bajos y la ruptura de vasallaje con su príncipe no es necesariamente mas indeseable que un natural de Países Bajos, si este último no hace parte de un tejido familiar, ni está reconocido o definido por la comunidad de residentes, la parroquia o la corporación. Acciones iniciadas por los maestros contra migrantes deseosos ser maestros se formulan contra los « no miembros » o « extranjeros no residentes » de la ciudad de derechos, pero no contra « extranjeros de nación ». También, las escalas locales establecen los derechos de las personas según los cánones defendidos por la monarquía, el principal siendo vinculado al catolicismo. Tiene sentido que el hecho de ser natural de Francia y la extranjería, « perdonada, pero no olvidada », se invoquen cuando la situación internacional se oscurece y los intereses de los regnícolas estén amenazados. La concepción volontarista de la « ciudadanía » como medio de participación en la vida pública a nivel municipal o como « contrato social » no responde a una definición formal. No va junta ni es sinónimo con la naturalización. La naturalidad es un instrumento ambiguo con una vocación más económica y, por lo tanto, se puede sujetar a restricciones. Ella juega también con el afecto y la lealtad de la comunidad natural, tangibles por evidencias y por el comportamiento del individuo, pero estas evidencias no son suficientes en sí mismos. Este diseño también corrobora la idea de que la noción de integración es subjetiva y no una categoría de análisis siempre pertinente. El éxito material no es el signo inequívoco de une buena integración social y los individuos pueden permanecer asociados a la figura del enemigo francés a merced de los competidores naturales de los Países Bajos. Por otra parte, es difícil responder a la cuestión de la integración que se plantea en términos de capital social, económico, político y cultural, varía en los ciclos de vida y depende de criterios de evaluación arbitrarios. Esta tesis prefiere referirse a los « discursos » sobre la integración. Esto contribuye al debate sobre el desarrollo de una « identidad » colectiva, a través de la valoración de una práctica comuna idealizada. En términos discursivos, se basa esencialmente en la « bonne vie », la cuestión religiosa y el cumplimiento de los deberes asignados a la burguesía. Estas bases generan derechos y legitiman el contrato entre el príncipe y los sujetos en un espacio religioso rodeado de enemigos « herejes ». De hecho, durante el siglo XVI, la monarquía hispánica había logrado unir bajo su bandera a los exiliados católicos de las guerras de religión en una unión que había alcanzado su punto máximo en los años 1580-1590, cuando Alejandro Farnesio había logrado dar forma a la reconquista de los Países Bajos. Durante el siglo XVII, el declive del poder español limita la atractividad del exilio a las herramientas de la lucha espiritual de Roma frente a las tierras protestantes y a los dispositivos educativos de los Países Bajos para comunidades segmentadas por las particularidades nacionales, como los colegios ingleses e irlandeses. Es en virtud de una comunidad política y espiritual que la referencia a la religión católica apostólica romana sigue siendo una constante en las directivas reales. El primer artículo de las instrucciones secretas mandadas en 1632 al Cardenal Infante desde Madrid (después de que los comisionados españoles hayan propuesto permitir la práctica del protestantismo en Bolduque) exprime claramente que « La unión de la religión y de la soberanía real debe ser el principal objetivo de la conducta del Cardenal - Infante ». Para el soberano español, el principio de ejus religio es el único capaz de garantizar el equilibrio posible, incluso si es un topos matizado y declinado de diversas formas en un imperio planetario. Una « tolerancia » ahorrada asegura la viabilidad económica de sus provincias fronterizas como la protección de las poblaciones enemigas vencidas ¿ en todos los niveles y en todos los campos de un imperio compuesto, disperso y asimétrico. En los Países Bajos, los exilios principescos demuestran que una postura política congelada en un proyecto confesionalista y moralista basado sobre predisposiciones « naturales » de una fidelidad irrevocable no siempre es viable: esta postura lleva a una falta de correspondencia entre las aspiraciones españolas y las ambiciones de los exiliados. Para los otros inmigrantes, el riesgo es que el discurso sobre los motivos que guiaron su desplazamiento y el deseo de tejer vínculos jurídicos con el monarca estuvieran sesgados por la singularidad del proyecto hegemónico y la política de proyección monarquía, la de un « imperio moral » fantaseado por Felipe II. Este marcador religioso, magnificado para los exiliados, es en realidad presente en el discurso de los otros inmigrantes, trabajadores en Artoés o Flandes, artesanos o soldados ansiosos de « vivir y morir » bajo la obediencia del rey de España. La « identidad católica » como « estado social » está alimentada por la actividad profesional, la vida parroquial y comunitaria, la familia. Estos elementos alimentan a las representaciones colectivas y están en diálogo con el marco normativo de las distintas autoridades, legitimadas de esta manera frente el poder central. El hecho de mostrar esta identidad no esta incompatible con la conciencia de pertenencia a una comunidad política municipal, regional o provincial. Por el contrario, defender el catolicismo es una manera para los cuerpos políticos y sociales de los Países Bajos españoles de alimentar la relación de la confianza con el soberano y, por lo tanto, defender sus derechos y su autonomía. En suma, la cuestión religiosa genera un espacio para el diálogo y el reconocimiento mutuo de legitimidad del poder soberano, de los Países Bajos reconciliados después de la revuelta y de los inmigrantes. Varias dificultades intrínsecas al tema de la migración y la recepción de los inmigrantes en los Países Bajos españoles tuvieron que ser dominados para llegar a estas conclusiones. Entre muchas, una primera se refiere a la complejidad de elaborar una problemática y a hacer visible una « categoría invisible » para las fuentes. Una segunda deriva de la primera y se refiere al problema de la representatividad de los ejemplos. No obstante, proporcionan claves para entender el tema. Por otra parte, otras pistas podrían ser seguidas para enriquecer este análisis en general. Deliberadamente, fueron excluidas con el fin de enfocar esta tesis en una nueva evaluación de las interacciones entre los inmigrantes y las sociedades regnícolas a lo largo de tres ejes de investigación: los mecanismos de identificación, la polémica historiográfica y la colocación de los migrantes como punto de cruce de escalas micro y microscópicas. El estudio reemplaza la noción de « identidad » de los migrantes, de las comunidades regnícolas o de los Países Bajos españoles, basada en acepciones borrosas, por la de « identificaciones » contextualizadas sobre bases de variables elásticas y de referencias políticas suministradas por el uso que los actores hacen. La « identidad » ya no es solo un fenómeno privado, sino un proceso público desarrollado a través de las interacciones sociales y políticas. La « natura francesa » de los individuos no está sujeta a preocupaciones administrativas recurrentes, pero esta solicitada para confirmar lazos preexistentes. La baja visibilidad de los « Franceses », desproporcionada en relación con el número real de inmigrantes procedentes de Francia y en relación con las menciones de migrantes naturales de otros Estados es indicativa de una falta de preocupación por la propia regulación del flujo y el signo de una familiaridad inevitable entre las poblaciones vecinas y mezcladas. El origen francés tampoco se moviliza de manera sistemática por los migrantes como fuente para delimitar un grupo, un culto o una práctica, pero se convierte en una palanca para activar cuando se encuentran en un proceso de auto-definición y de ruptura frente el rey de Francia. Además, este primer estudio dedicado exclusivamente a la recepción de inmigrantes naturales de Francia en las provincias limítrofes a dos estados a priori enemigos, Francia y Países Bajos españoles, hace caer límites historiográficos y lingüísticos entre escuelas científicas que a menudo continúan ignorándose. Sobre la base de fuentes locales y de las relaciones sociales inmediatas, esta tesis se destaca de los enfoques todavía « state centrist » que abordan las migraciones según los el ángulo de los mecanismos coloniales o inquisitoriales de los futuros estados contemporáneos o al centrarse en uno u otro nivel de análisis. Finalmente, libre de cualquier visión teleológica, esta tesis capta la exuberante historiografía existente sobre las fronteras del imperio hispano para volver a colocar los Países Bajos españoles en el corazón de la revaluación de los fenómenos de extranjería y de auto-definición.