Vida, alimentación y fiestas en los territorios del Reino de GuatemalaSan Salvador y Sonsonate, siglo XVIII

  1. Castellón Osegueda, José Ricardo
unter der Leitung von:
  1. Antonio Garrido Aranda Doktorvater/Doktormutter
  2. Justo Cuño Bonito Doktorvater

Universität der Verteidigung: Universidad Pablo de Olavide

Fecha de defensa: 03 von April von 2013

Gericht:
  1. Juan Marchena Fernández Präsident
  2. Juan Manuel Santana Pérez Sekretär/in
  3. Víctor Peralta Ruiz Vocal
Fachbereiche:
  1. Geografía, Historia y Filosofía

Art: Dissertation

Teseo: 339188 DIALNET lock_openTESEO editor

Zusammenfassung

Es un estudio de la alimentación y la fiesta como expresiones de la vida cotidiana en el reino de Guatemala, específicamente en las antiguas provincias de San Salvador y Sonsonate, siglo XVIII, en el actual territorio de El Salvador, en América Central. En estricto apego a la tierra y los beneficios obtenidos de la misma, la sociedad de San Salvador y Sonsonate se alimentó y festejó bajo circunstancias casi invariables en el tiempo. La dependencia de la capital y el monocultivo, diseñarán una sociedad cuyo sentido fue sobrevivir y producir. El trabajo aborda la alimentación de una población configurada en torno a una interrelación dinámica entre aquellos factores que vienen a definir su producción, distribución y consumo. Estos conceptos como categorías económicas que son, acompañan en este estudio a la cultura material, descartando categorías tradicionales y concentrándose en conceptos como "vida cotidiana", advirtiendo que en la historia de la alimentación hay un importante campo de investigación y de interpretación histórica. La vida cotidiana fue el mejor reflejo del sistema alimentario en San Salvador y Sonsonate. Tanto producción, como distribución y consumo se encontraron íntimamente conectados en las distintas relaciones sociales y se constituyeron en la mejor expresión de la autosuficiencia alimentaria de estos territorios en el siglo XVIII. Más que la manera de proporcionar al organismo las sustancias que le eran indispensables para su subsistencia, la alimentación fue un proceso voluntario y consciente, susceptible de ser socializado y, como tal, la síntesis de tres factores: los sistemas biológicos, la cultura y el medio. De esta manera, la alimentación se convirtió en un marco de referencia amplio que incluyó procesos nutritivos, un control dietético y al mismo tiempo, todo el marco social y cultural que implicó desde la perspectiva de los comportamientos alimentarios. En la alimentación para la producción y la supervivencia se encontraron lo real y lo simbólico, la vida material y la representación: los hombres deben alimentarse, arrancar a la naturaleza las condiciones de su supervivencia, aunque lo que muestra la historia es que sus prácticas productoras no están necesariamente de acuerdo de manera funcional con ese medio ambiente y que están igualmente gobernadas por ritos, símbolos e ideas, haciendo de cada práctica de producción una práctica simbólica de apropiación del mundo. Para comprender cualquier sistema social, es importante el conocimiento del desarrollo de sus fiestas, puesto que toda sociedad admite el sistema de valores que sus fiestas representan. Las fiestas como elemento esencial e imprescindible de las sociedades humanas, reflejaron su importancia en toda su maginitud, en la época barroca, con su preocupación por el esplendor y la profusión, a los que aspiraron las fiestas más destacadas en San Salvador y Sonsonate en el siglo XVIII. Pero ¿qué tanto fueron estas fiestas reflejo de la realidad del interior del reino? Debido a la mayor disponibilidad de fuentes y por considerarse el escenario más profuso, la fiesta citadina se ha considerado el mejor reflejo de la fiesta colonial; en contraste, desprovista del esplendor al que aspiró lo urbano, la fiesta rural, practicada por la enorme mayoría poblacional, ha merecido, en general, poca atención, invisibilizando esta importante manifestación de las relaciones productivas, como si tanto pesara el hecho que en la mayoría de estas fiestas tuvieran poca presencia los más encumbrados poderes políticos, desde la monarquía a la nobleza. La fiesta rural fue la fiesta por excelencia de la sociedad colonial, por razones objetivas simples: si bien la ciudad tuvo una gran predominancia por su carácter administrativo, fue el campo donde se gestó la vida productiva del reino de Guatemala. En este contexto, las relaciones entre fiesta y realidad social, fueron frecuentes relaciones de homología: las estructuras sociales tendieron a marcar la pauta de las estructuras de la fiesta, que formaron parte de ellas, de manera que se traslucieron unas en otras. Aunque eventualmente las fiestas, en su distorsión de lo cotidiano, tendieron a invertir esta relación simbólicamente. Así, mediante la intensificación de la comunicación social y el intercambio de valores, las fiestas hicieron que la construcción simbólica (fiesta) incidiera en la construcción social real (vida cotidiana) y viceversa. La relevancia de las fiestas como objeto histórico, gracias a los aportes del folclore, la etnología y el psicoanálisis (Cf. Ozouf, 1974), así como la antropología, han orientado al historiador hacia el análisis de los rituales y de lo "aparentemente insignificante" de las sociedades. Esta "insignificancia" es la que no puede pasar desapercibida y es la que desvela el verdadero trasfondo de la fiesta, que se encuentra tanto en la fiesta rural, como en otro ámbito poco estudiado, aunque sí advertido: el de la fiesta particular, privada y espontánea. Estas fiestas, de que se propone ocupar esta investigación y exponer como chispa vital de lo cultural, son menos conocidas por razones obvias: no era corriente que en los ámbitos domésticos se recogiesen por escrito los acontecimientos festivos que en su seno se desarrollaran y de hacerlo, compitió a la aristocracia, permaneciendo prácticamente desconocidos los de los demás sectores sociales, de los que sólo se ocuparán algunas relaciones e informes, así como la documentación oficial y penal. Finalmente, la segunda mitad del siglo XVIII fue el escenario de la introducción del pensamiento ilustrado en el reino de Guatemala. Esto tuvo particular manifestación en San Salvador y Sonsonate, donde se evidenció la brecha entre las formas populares de religiosidad y diversión por un lado y por el otro, las mentalidades de las élites urbanas. En la época, los motivos de fricción se ampliaron y cada vez fueron mayores los ataques a las fiestas profanas y sus gastos excesivos, sin hacer mella en la sociedad agraria de San Salvador y Sonsonate. Esta investigación es un esfuerzo por apegarse a la recomendación de Chartier (1987) de que en "El estudio de la fiesta debe privilegiar las modificaciones operadas por los poderes, antes que las descripciones de ellas, como alejadas de cualquier contaminación", lo que hace de la fiesta reglada "un lugar clave de comprensión de los cambios sociales". Tratándose de un terreno poco explorado, la presente investigación pretende no sólo analizar los acontecimientos que caracterizaron a la alimentación y las fiestas en el reino de Guatemala, sino también mostrar la forma en que los pobladores de la sociedad agraria vivieron y gestaron, con sus prácticas materiales y espirituales, esos acontecimentos.