Trabajo social y creación colectiva teatraluna década con personas sin hogar en Sevilla
- Nuria Cordero Ramos Director
- David Sánchez Rubio Co-director
- Alberto del Campo Tejedor Co-director
Defence university: Universidad Pablo de Olavide
Fecha de defensa: 19 March 2019
- Juan Antonio Senent de Frutos Chair
- Auxiliadora González Portillo Secretary
- Jesús Sabariego Committee member
Type: Thesis
Abstract
La presencia en esta tesis de las categorías trabajo social y teatro está mediatizada por dos factores principales. De un lado, la experiencia empírica que he podido tener a lo largo de tres décadas en las que se han sucedido unas y otras de estas categorías (a veces de manera transversal, otras de manera separada) en mi trayectoria profesional y personal, desde el activismo y el artivismo. El teatro comenzó siendo un juego de juventud para combatir cierta timidez y socavar la desidia para convertirse, con la edad y el tiempo, en un mundo abierto a la imaginación y la acción socio-cultural y política. El teatro es el centro de esta tesis porque es el arte el que, como dijo Ernesto Sabato, puede permitirnos la salvación de la degradación a la que nos somete este sistema de oprobio y permanentes afrentas a lo humano. En uno de los muros de una universidad de Brasil pude leer en un grafiti “A arte é a única alternativa de salvação do horror da existência humana”. Quizás, la frase fuera trágica en su determinación pero, es evidente, que en la fragilidad de estos tiempos que corren, necesitamos del material sensible del arte para alcanzar la esperanza de un mundo más habitables para todos y todas. He de reconocer que el Trabajo Social es un medio de contradicción en el que me sitúo frente a lo materialmente posible de una existencia positiva o el horror de la impasibilidad de la violencia que genera dolor y desgarro de hombres y mujeres que he tenido la inmensa suerte de conocer a través de viajes y proyectos. El trabajo social configura el vértice de una triada que en mi caso son estas tres categorías que me han conformado como un ser desprovisto de soluciones en los retos que se nos presentan como profesionales y activistas del trabajo social; pero que está en la búsqueda incesante de estas en el afán de encontrar espacios y tiempos donde podamos relacionarnos desde la dignidad, en el que sintamos que podemos luchar juntos hacia la igualdad y la emancipación de todos y todas. Esta tesis me ha permitido, una vez más, generar ilusiones de que el trabajo social sigue siendo ese espacio y tiempo de lo materialmente posible de una humanidad emancipadora. Junto a estas dos categorías principales han estado presentes los derechos humanos. Puedo decir que fueron los derechos humanos, antes que nada, los que me abrieron la conciencia de un mundo oculto en el cual habitaban y siguen habitando estos otros y otras que conforman la faz de una humanidad cargada de sensibilidades en lo político y en lo emocional. Gracias a los derechos humanos críticos que me enseñó un activista de lo humano y lo terrenal como Diamantino García Acosta pude aproximarme, aún tímidamente, a los entresijos de la opresión como forma de dominación. Después vendrían las lecturas de Joaquín Herrera Flores, Walter Benjamin, Jane Addams o Paulo Freire descubriéndome en canal la coherencia entre el compromiso y la teoría. Entre medio, otra enseñanza, la de mi padre, Manuel Muñoz Márquez, que me hizo intuir, tal vez sin pretenderlo, de la consonancia que había entre la sensibilidad de su praxis cristiana y la indignación que mostraba por la vulneración de los derechos humanos de los oprimidos. Disertar sobre los derechos humanos es, en estos tiempos, más que una necesidad legítima un dilema existencial. En buena medida, los valores éticos de nuestra humanidad contemporánea están contenidos en la Declaración Universal de 1948, así como en las diferentes Generaciones a lo largo de la historia moderna. En el trabajo social y en general en la intervención en lo social, los derechos humanos no quedan ajenos. En el contexto socio-histórico en el que vivimos siguen produciéndose fenómenos en el que la opresión y la exclusión agravan cualquier planteamiento ético sostenible en materia de humanización. Por ende, estos fenómenos derivan de un conflicto generado por el modelo hegemónico que deja al descubierto nuestra condición democrática, igualitaria o universal de las categorías antes enunciadas. En ciudades como Sevilla, las “personas sin hogar” son ciudadanos y ciudadanas que se encuentran en la desgarradora circunstancia de no tener un hogar, un empleo y, lo más grave, de perder los vínculos socio-familiares. La desafiliación, la desterritorialización o la identidad deteriorada son algunas de las consecuencias directas que quedan reflejadas en una cotidianeidad invisible, ocultada por mecanismos de control y orden social. Es en la realidad de los oprimidos y las oprimidas donde más falta hace que el trabajo social con enfoque en derechos humanos críticos se constate desde una praxis de confrontación contra lo hegemónico como paradigma de la opresión y la dominación. La tarea está en idear y poner en marcha estrategias operativas hacia la materialización de los derechos humanos y de una igualdad efectiva. Precisamente, es en el trabajo social donde los derechos humanos formen parte de manera inescindible de los principios y las prácticas. Sin embargo, al igual que los derechos humanos, en el trabajo social hay una crisis respecto a su validación como instrumento de dignidad y, finalmente, de emancipación de los oprimidos y las oprimidas. La implementación de una praxis crítica como punto de partida hacia un horizonte de recuperación de los valores humanos se hace hoy inminente. Para ello, se hace necesario concitar procesos desde la conjunción de conocimientos y habilidades que no solo devengan del campo científico. En esta tesis planteo la inmersión crítica, dialéctica, y con ello dinámica, del teatro como tentativa de este tipo de procesos en el que el arte cumple una función social de cambio. Metodologías como la que describo en la Creación Colectiva Teatral se nos aparecen como un hito esperanzador del que poder aunar trabajo social y derechos humanos, discursos y teorías, dignidad y emancipación. No obstante, es un proceso en construcción cuyo reto es abrir, materialmente, desde las prácticas, el camino hacia otros mundos posibles, de permitir el proceso de humanización con el que los seres humanos podamos desarrollar nuestras capacidades para transformarnos. Desde hace una década, en calidad de trabajador social activista, he tenido la oportunidad de formar parte de un grupo de personas que sufren graves vulneraciones de derechos vinculados al tema del sinhogarismo. En este grupo se aglutina un proceso en el que intentamos activar análisis y acciones creativas desde la intervención social a través del teatro. La experiencia aprendida en este tiempo, junto al trabajo de campo de la investigación, son el fundamento y el alma de esta tesis. Sin ellos y ellas, este trabajo no tendría sentido. Gracias a ellos y ellas, este proceso es un camino hacia una dignidad compartida y la lucha por una emancipación por alcanzar.