Equality of opportunitypersonal preferences and effort decision
- Antonio Villar Director
Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante
Fecha de defensa: 16 de junio de 2009
- Carmen Herrero Blanco Presidente/a
- Vitorocco Peragine Vocal
- Erik Schokkaert Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
En el tipo de sociedad en el que vivimos actualmente es habitual observar que la falta de oportunidades es señalada como una de las principales fuentes de cualquier conflicto social. Conflictos que van desde la más simple de las exclusiones sociales hasta los actos más brutales de terrorismo. Por ejemplo, durante la redacción de esta introducción tuvieron lugar una serie de atentados en Bombay (finales de 2008). En aquel momento se llegó a la conclusión generalizada de que el surgimiento de un movimiento de islamismo radical en la sociedad Hindú era una consecuencia de la falta de oportunidades de los primeros en una sociedad tan rígida. En los últimos tiempos, un considerable número de académicos han mostrado un renovado interés por las llamadas políticas de igualdad de oportunidades, concluyendo por unanimidad que cualquier sociedad que se considere "justa" debe proporcionar a todos sus ciudadanos las mismas "oportunidades". Sin embargo, ese consenso no es tan numeroso a la hora de definir exactamente qué implica un concepto tan genérico como el de oportunidad. El propósito de la presente tesis doctoral es tratar de aportar nuevas ideas que ayuden a definir el concepto de oportunidad con más precisión. Más concretamente, mi objetivo consiste en tratar de contribuir al debate sobre políticas de igualdad introduciendo ciertas características que están ausentes dentro de los modelos tradicionales. Por ejemplo, defino la decisión de esfuerzo como una variable explícitamente tomada por el individuo, a la vez que introduzco incertidumbre dentro de un contexto dinámico. A lo largo de mi disertación hablaré de oportunidad como el grado de accesibilidad de cualquier individuo a una serie de bienes básicos como son la renta, el nivel de educación, el estado de salud, etc. Para finalizar llevo a cabo un análisis empírico que tiene como objetivo determinar cómo es la situación de España en términos de Igualdad de Oportunidades. A lo largo del último siglo, y en especial de un tiempo a esta parte, muchos países han experimentado un más que notable crecimiento económico. Un objetivo fundamental de cualquier sociedad democrática es que tal expansión económica debe venir acompañada de una reducción de la desigualdad entre sus ciudadanos. Es en este preciso momento cuando surge la cuestión de qué clase de igualdad debería la sociedad tratar de alcanzar. En las últimas décadas ha tenido lugar un intenso y fructífero debate entre filósofos y economistas sobre la correcta definición de igualdad. Una conclusión generalizada es que las diferencias en el resultado final o outcome (renta, salud, etc) no pueden ser la única referencia para medir la desigualdad. La razón para esto es que, dependiendo de qué factores sean los que originen las diferencias entre individuos, una parte de dichas diferencias son consideradas éticamente aceptables y otras no. La noción de igualdad de oportunidades trata de capturar esa distinción teniendo en cuenta que el outcome final de cualquier persona depende tanto de circunstancias ajenas que no puede controlar como de decisiones autónomamente adoptadas por él. John Rawls (1971) fue uno de los más importantes precursores de la actual Teoría de la Justicia y la Redistribución, con su famoso concepto del "velo de la ignorancia". La idea que expone este término es que cualquier sociedad debería ser diseñada sin tener en cuenta las características personales de cada ciudadano (tales como sexo, raza, origen cultural, habilidad natural, etc.) O lo que es lo mismo, cada individuo tendría que proponer, llevando un velo sobre sus ojos que le impida ver tanto sus propias características personales como las de los demás, cuál sería para él la forma ideal que el país debería tener. Dado que no sería capaz de discernir cuál es el mejor escenario para sus intereses personales, lo que haría sería proponer una sociedad que maximizase la utilidad conjunta de los ciudadanos. Para ello Rawls propone que se optimice un determinado índice de bienes básicos para aquellas personas que se encuentren en la situación más desfavorable. Siguiendo un razonamiento muy similar, el ganador del Premio Nobel Amartya Sen (1980,1985) argumenta que lo que genera bienestar no son los bienes como tales, si no lo que dichos bienes pueden hacer por la gente. Ese "poder hacer" es lo que él denomina functionings. El conjunto de estos functionings o funciones que están a disposición de un individuo se define como su capability o capacidad y, por lo tanto, el enfoque de Sen está dirigido hacia la igualdad de capacidades. Su teoría enfatiza el rol de la libertad personal de los individuos para elegir el tipo de vida que ellos desean tener, en vez de centrarse en su nivel de utilidad o de recursos. La contribución de Sen al campo de la desigualdad es extremadamente importante, y entre sus múltiples aportaciones destaca el concepto de la multi-dimensionalidad a la hora de medir el nivel de calidad de vida. Indicadores de bienestar alternativos a la habitual comparación del PIB, como los que utiliza las Naciones Unidas para diseñar sus Índices de Desarrollo Humano (HDI), están basados en esta idea. Después de Rawls y Sen, la aportación más importante a este debate se lo debemos a Ronald Dworkin (1981a,1981b) y a sus dos artículos titulados "¿Qué es Igualdad? (Parte I y II)". El aspecto más relevante de su trabajo es que él es el primero en enfatizar el papel de la responsabilidad personal como determinante del resultado final, distinguiendo, más minuciosamente que Rawls y Sen, entre el conjunto de circunstancias personales y las decisiones libremente adoptas (gustos y ambiciones). Bajo su punto de vista el outcome debería ser sensible a las ambiciones personales pero no a las características ajenas al individuo. Además, hace una intensa crítica al conjunto de ideas asociadas con el bienestar (welfarism), porque, según él, este enfoque no obliga a los individuos a responder de ciertas elecciones que sí que son su responsabilidad, como pueden ser las decisiones basadas en gustos con los que el individuo se siente identificado. Dworkin es también uno de los más destacados defensores del concepto del luck egalitarianism, distinguiendo entre las loterías expresamente jugadas (option luck) y aquellas de las que el individuo no puede escapar (brute luck). Los trabajos de Dworkin fueron revisados unos años más tarde por Richard Arneson (1989) y Gerald Cohen (1989). Ellos coinciden con Dworkin en que cualquier política igualitaria debe permitir diferencias que reflejen los distintos niveles de responsabilidad que el individuo está dispuesto a adoptar. Sin embargo, discrepan con él en la colocación de las preferencias dentro del conjunto de responsabilidad. Arneson y Cohen argumentan que las preferencias individuales pueden estar influenciadas en gran medida por las circunstancias del individuo. Arneson se centra en las decisiones que el individuo toma y ha tomado para definir lo que él llama "Igualdad de oportunidades para el bienestar". Esta descripción le granjeó un gran número de críticas por pretender ser demasiado ambicioso y tratar de abarcar de golpe la manera de resolver los problemas de desigualdades pasadas y presentes. Asimismo, se le suele criticar por no tratar con precisión la cuestión de qué papel juegan ciertos gustos obscenos o suntuosos en las preferencias del individuo. Por el contrario, Cohen aboga por la "Igualdad de acceso a ventajas", sugiriendo que el concepto de advantage o ventaja define mucho mejor la igualdad que el de bienestar. El punto de vista de Cohen captura la profundidad del problema en mejor medida, si bien no propone un método plenamente satisfactorio para resolverlo Tomando todo este debate como punto de partida, John E. Roemer (1993,1998) fue el primer economista que dio forma analítica al problema de la igualdad de oportunidades, proporcionándonos un método explícito para implementar políticas que tienen por objetivo asegurar un mínimo grado de oportunidad dentro de la sociedad. Acorde con su terminología podemos definir el esfuerzo como el conjunto de variables relacionadas con la responsabilidad individual, mientras que las circunstancias hacen referencia a aquellos factores que tienen que ver con la oportunidad. El primero de estos factores engloba decisiones como la actividad profesional, el estilo de vida, la formación académica, etc. Oportunidad hace referencia a aquellas circunstancias externas por las que no se puede responsabilizar al individuo, como son el sexo, la raza, el bagaje cultural y socioeconómico de su entorno, etc. La idea fundamental de este enfoque es que una sociedad justa considera éticamente aceptables las diferencias en outcome generadas por las distintas decisiones de esfuerzo, pero que sin embargo compensa a los individuos por la falta de oportunidades. En otras palabras, niveles de esfuerzo "similares" deben proporcionar resultados equivalentes, independientemente de las circunstancias de las personas. Muchos economistas, entre los cuales me incluyo, opinan que el enfoque de Roemer es uno de los principios más justos y éticos a la hora de hacer valoraciones entre outcome y desigualdad. Tomando como punto de referencia esta teoría, la presente Tesis Doctoral pretende aportar una serie de extensiones que en mi opinión es necesario plantear para hacer el modelo de Roemer más completo, y por tanto menos controvertido. La mayor dificultad que presenta su teoría se centra en el hecho de que cualquier política igualitaria de este tipo exige un consenso a la hora de delimitar cuáles son los factores por los que una sociedad debe compensar a sus ciudadanos. Dicha distinción dependerá del problema que se quiera analizar, e implica juicios de valor que claramente afectarán al resultado final que se obtenga. Habitualmente se suele asumir que hay un consenso previo y por lo tanto esa delimitación queda fuera del análisis de los economistas. Una manera de interpretar este supuesto es que existe una autoridad superior que representa las preferencias de la población a la vez que implementa la política que considere más oportuna. Durante este trabajo yo seguiré la misma tradición. Más concretamente, mi investigación está relacionada con otro de los problemas que presenta la actual teoría de la igualdad de oportunidades, como es la identificación del nivel de esfuerzo ejercido por cada individuo. Puesto que es natural considerar que la decisión de esfuerzo es información privada de los agentes, esto genera dos importantes dificultades como son: la medición del esfuerzo y el tratamiento de otras variables que afectan al resultado, como puede ser la suerte. La manera más frecuente de esquivar la primera de estas dificultades consiste en utilizar una solución estadística sugerida por el mismo Roemer. La debilidad de esta solución es que cualquier resultado queda definido solamente por esfuerzo y responsabilidad de una manera excesivamente obvia. La otra dificultad radica en que la introducción de nuevas características dentro del modelo haría imposible la utilización de dicha solución. La mayor contribución de la presente tesis doctoral es la introducción de un contexto dinámico bajo incertidumbre dentro del modelo de Roemer. Como toda política, y en especial una de igualdad, los trabajos de Roemer vienen acompañados de una serie de críticas que él mismo agrupa en dos bandos. Por un lado, los reproches más conservadores apuntan a que la aplicación de un principio de igualdad de este tipo puede generar importantes ineficiencias de producción. Por otro parte, los grupos más progresistas consideran que esta clase de políticas se preocupa demasiado del principio de no discriminación, y no tanto del de igualdad entre ciudadanos. A pesar de estas críticas, como acabamos de ver, existe un amplio consenso sobre la idoneidad del enfoque de la igualdad de oportunidades. Si bien es cierto que la crítica sobre la eficiencia puede ser correcta, el mundo real nos proporciona innumerables ejemplos de cómo el mercado falla a la hora de garantizar un cierto grado de igualdad entre los ciudadanos. De esta manera, Roemer plantea el ejemplo de que para igualar oportunidades sobre el nivel de renta futuro de la población negra en los años sesenta, el gobierno tendría haber invertido relativamente mucho más en la educación de ese grupo que en la de la población blanca. Finalmente, también sugiere que la crítica de la eficiencia puede ser salvada definiendo una función de bienestar social que evalúe los beneficios y los costes de la política de oportunidad. En mi tesis doctoral otorgo un rol primordial a la educación como el bien final a igualar en términos de oportunidad. La razón es que la formación, tanto su cantidad como su calidad, es un factor fundamental a la hora de explicar la distribución de la renta y el crecimiento económico. De esta manera, encuentro personalmente muy acertada la afirmación que el Secretario General de la OECD hace en la motivación del informe PISA: "La calidad de la educación es el activo más importante para las generaciones presentes y futuras. Conseguirlo requiere un fuerte compromiso por parte de toda la sociedad, incluyendo al gobierno, los profesores, los padres y los propios estudiantes". Así, un acceso más equitativo al nivel de estudios es el mejor garante de una sociedad más prospera e igualitaria. La formación académica debe ser entendida como una inversión que los padres hacen en beneficio de la renta final de sus hijos. Existen numerosos ejemplos de los efectos positivos del bagaje cultural de la familia en la transmisión del capital humano entre padres e hijos, y por ende en los ingresos futuros de estos últimos. De la misma manera, se ha observado que la probabilidad de abandono escolar es más baja para los chicos que tienen padres con educación universitaria. Por lo tanto, parece incuestionable que una de las herramientas más importantes que tiene cualquier gobierno para garantizar las mismas oportunidades a todos sus ciudadanos es otorgar a todos los estudiantes el mismo acceso a la educación, independientemente del nivel cultural o económico de su entorno. En cierto sentido, el planificador debe actuar como una especie de sustituto de los padres para aquellos casos en lo que éstos no tengan ni el bagaje ni los recursos para ayudar a sus hijos a completar sus estudios. De hecho, la influencia positiva del gasto público en enseñanza está bien documentada, pese a que existe un cierto desacuerdo en cuál es la fuerza de su efecto (ver Hanushek (2002)).