Los espacios domésticos habaneros entre 1650 y 1750

  1. Oliva Suárez, Rosalía
Dirigida por:
  1. María Elena Díez Jorge Director/a
  2. María del Carmen Barcia Zequeira Codirector/a

Universidad de defensa: Universidad de Granada

Fecha de defensa: 07 de julio de 2014

Tribunal:
  1. Rafael Jesús López-Guzmán Guzmán Presidente/a
  2. Margarita María Birriel Salcedo Secretario/a
  3. Gloria Espinosa Spínola Vocal
  4. Francisco Ollero Lobato Vocal
  5. Ana María Aranda Bernal Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

San Cristóbal de La Habana fue la última de las siete villas fundadas en el proceso de ocupación de la Isla de Cuba. Esta villa tuvo tres asentamientos, el último, fechado en 1519, donde se emplaza hoy el Centro Histórico de La Habana, en el margen oeste de la bahía habanera, antes nombrada Puerto de Carenas. En 1532 era ya La Habana la población más importante de la Isla, después de Santiago de Cuba, por aquel entonces, la capital. La Habana tuvo un desarrollo tan acelerado que el 20 de diciembre de 1592 se le concedió el título de ciudad y por Real Cédula del 8 de octubre de 1607 fue declarada capital de Cuba. Fue tan atinada la definitiva ubicación de La Habana, que aproximadamente un siglo después de fundada llegó a reconocerse por una Real Cédula del 24 de mayo de 1634 como «Llave del Nuevo Mundo y antemural de las Indias Occidentales». Su puerto se convirtió en sitio de confluencia de las naves de la Carrera de Indias primero, y posteriormente, del Sistema de Flotas, además de otros barcos que traían mercancías mediante el comercio intercontinental legal e ilegal. La Habana se convirtió en aquel entonces en una urbe próspera donde se protegían y reparaban cientos de embarcaciones y al mismo tiempo se ofrecía hospedaje, alimentos y diversión a una numerosa población flotante. El rápido crecimiento económico condicionó la fisonomía de la urbe y el comportamiento de sus habitantes con rasgos muy particulares, a diferencia de otras ciudades del país y del continente. Objeto de estudio Los espacios domésticos en el período comprendido entre 1650 y 1750 constituyen el objeto de estudio de esta monografía, como parte de la vida cotidiana de finales del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII. Se conceptúan como espacios domésticos los destinados a la vivienda, en tanto construcción física y hogar: lugar donde se come y se duerme. Los espacios domésticos forman parte de la dinámica social de la ciudad, con lo cual están en constante cambio y evolución. Definir el rango cronológico del objeto de estudio ha implicado cierta complejidad porque son varios los hechos que hacen delimitar ambas fronteras. Al referir los años de 1650 y 1750, no debe pensarse que se trata de fechas absolutas, sino de las décadas que les circunscriben, las cuales marcan el inicio y la culminación de un período histórico. El inicio de este etapa se sitúa en la segunda mitad del siglo XVII, cuando La Habana ya es una ciudad que, a pesar de su reciente fundación y posterior capitalidad, se ha convertido en una urbe con límites territoriales establecidos, con una trama urbana bien definida y heredada hasta la actualidad, en la que cual se ha comenzado a instituir un ordenamiento en los ámbitos militar, religioso y civil. Para esta fecha La Habana, como el resto de las ciudades del país, cuenta con un cuerpo legislativo (Las Ordenanzas de Cáceres dictadas en 1576 y aplicadas a partir de 1642) que estableció las pautas para la organización y consolidación de la población criolla y el fortalecimiento de La Habana como ciudad portuaria y Llave del Nuevo Mundo. En el caso habanero, la condición de puerto de escala de la Flota de las Indias permitió cierto enriquecimiento local a partir de la difusión acelerada de una economía terciaria, destinada a la prestación de servicios a una importante población flotante. Personas de diversos orígenes étnicos y culturales que permanecieron por largas temporadas en la ciudad contribuyeron de manera notable al desarrollo citadino y, desde luego, dejaron su impronta en las características de la población y su estructuración barrial. Se pueden establecer los nexos existentes entre el fortalecimiento de la Villa San Cristóbal de La Habana, su conversión en ciudad portuaria, Llave del Nuevo Mundo y lo que ocurría dentro de los espacios privados. En dichos espacios se establecieron, en pequeña escala, redes sociales complejas que condicionaron diferentes modelos de vida. En 1701 comienza el reinado de la Casa Borbón con Felipe V (1700-1748), quien dicta una serie de reformas que influyen directamente en el desarrollo de la economía de la isla y en el crecimiento del capital criollo, las cuales abarcan la explotación de las haciendas tabacaleras, azucareras y otras manufacturas relacionadas con el comercio. A lo largo de las primeras décadas del siglo XVIII, se implementan en la Isla las reformas borbónicas, que implicaron cambios significativos en la trama urbana de La Habana, nuevos espacios públicos, mayor número de construcciones civiles, militares y religiosas y aumento de población, y en la vida cotidiana. Estos cambios demuestran el fin de un período iniciado a mediados del siglo XVII y el comienzo de otra etapa en el desarrollo histórico de la Ciudad de La Habana. El abordaje de ese período de estudio lleva a pensar en los términos territoriales de La Habana en aquel entonces, los cuales no coinciden con los actuales. En consecuencia, el análisis de la cartografía de la época se centra en el área amurallada construida entre 1664-1760, lo que la bibliografía denomina como La Habana intramuros. Las investigaciones previas, que versan sobre la vida cotidiana en La Habana, se han centrado más en el análisis de los espacios públicos, que en los espacios privados. Generalmente los que han abordado el tema de la vivienda han profundizando más en elementos formales ¿materiales constructivos y elementos estructurales¿ que en los espacios en su conjunto, arquitectura, usos y vida cotidiana de sus moradores, así como las relaciones que pudieron establecerse dentro de estos. Existe un gran vacío en la historiografía cubana sobre aquellos hombres y mujeres que habitaron en La Habana intramuros de los siglos XVII y XVIII. Esta población inicial no estuvo constituida en su mayoría por hombres nobles, ni burgueses acaudalados, ni con relevancia política y/o económica, y quizás por esta razón los recién llegados quedaron por mucho tiempo sin visibilidad en los anales históricos del llamado Nuevo Mundo. En la actualidad, cuando se estudian asuntos relacionados con las estructuras sociales y se toma conciencia de los cambios de costumbres, resulta imprescindible conocer a fondo la vida familiar en los diferentes períodos históricos. El análisis de la vida política, económica y social bajo el Antiguo Régimen exigiría que se tomara en cuenta la estructura familiar. Se dificulta trabajar en el ámbito privado debido a la escasez de fuentes que aborden los espacios íntimos habaneros de los siglos XVII y XVIII, por tratarse de una época en que no existían las fotografías, apenas grabados y pinturas. Circulaba un reducido número de publicaciones y se carecía de prensa, por lo que no se cuenta con un reflejo periodístico que muestre las actividades sociales y culturales. A ello se suma la ausencia de registros censales de la ciudad en el período que aborda esta tesis, dado que el primero fue realizado en el año 1774. Por otro lado, durante años, cada disciplina científica se declaraba propietaria absoluta de un terreno de investigación, el cual, a su vez, quedaba inaccesible para aquellos observadores considerados ajenos. Así, historiadores, antropólogos, arqueólogos y sociólogos, se construyeron sus propios objetos de estudios y desarrollaron cada cual sus propias lógicas de análisis. Quedó a la saga durante años el verdadero fin de la ciencia social: el estudio de una sociedad como totalidad histórica. Con todo lo referido podemos puntualizar que para realizar cualquier tipo de interpretación histórica es necesario confrontar la información que aportan otros tipos de registros: documentos notariales, jurídicos, actas de las reuniones del Cabildo, escrituras de cualquier otro género y evidencias arqueológicas. Por todo lo anterior se delimitan los objetivos de la siguiente manera: . Objetivos El objetivo general de esta tesis es analizar los espacios domésticos habaneros en el período de 1650 a 1750 a partir de la sociedad en que se desarrollaron. Para llegar a cumplimentarlo se plantearon como objetivos específicos: elaborar el marco histórico-conceptual para el estudio de los espacios domésticos habaneros de los siglos XVII y XVIII; definir las características de la arquitectura doméstica habanera de ese período; caracterizar los espacios domésticos desde el punto de vista de distribución, uso y funciones que se desarrollan dentro de estos; por último, definir las relaciones de sociabilidad dentro de los espacios domésticos habaneros entre los años de 1650 y 1750. Para el logro de los objetivos planteados se realizó un minucioso análisis de fuentes archivísticas, las cuales en algunos casos se confrontaron con la bibliografía consultada y resultados de excavaciones arqueológicas e informes de las diferentes ramas de la restauración en inmuebles dentro del Centro Histórico de la Habana, intervenidos por la Oficina del Historiador de la Ciudad. Los documentos de archivo fueron en mayor medida las fuentes utilizadas para el análisis, teniendo en cuenta que estas constituyen una información primaria, rica en contenidos de la vida cotidiana de la ciudad. Se revisaron alrededor de 200 legajos, en su mayoría trasuntados por la autora, se han colocado algunos fragmentos en los anexos de esta tesis para que puedan ser utilizados por otros investigadores. Entre ellos se hallan testamentos, inventarios y dotes, en los cuales los sujetos ¿hombres y mujeres, españoles, criollos e indios, negros, blancos y mestizos¿ expusieron su realidad material con el fin de asegurar y repartir sus bienes entre sus seres queridos. A partir de estas fuentes se obtuvieron los datos sobre los bienes con que se comenzaba la vida matrimonial (las dotes), o con los que se llegaba al final de la vida (testamentos). Los Protocolos Notariales es uno de los fondos documentales más importantes que se atesoran en el Archivo Nacional de Cuba. En un comienzo, por la extensión del período que se trabaja y el volumen de escrituras, se hizo una selección de los escribanos más representativos de la época y luego por la conservación de los tomos. Documentos que han sufrido deterioros debido a los traslados de esta institución y en ocasiones por las condiciones no adecuadas para su preservación, se reduce el número a consultar. La inaccesibilidad a estos fondos por parte de historiadores y demás investigadores hace que los 200 documentos trasuntados para esta tesis sirvan como material para trabajos futuros de otros colegas. Manuscritos como cartas de compra y venta, poderes, testamentos, contratos matrimoniales, solicitudes de emancipación para acceder a la vida conventual, donaciones y otros tipos documentales, son utilizados para profundizar en el conocimiento histórico. Ellos muestran la condición social y económica de hombres y mujeres; de los que ejercieron su poder; de los propietarios de inmuebles urbanos y rurales, así como de esclavos, los vinculados al comercio y al comportamiento religioso. Para esta tesis doctoral contaron como fuentes primarias los fondos de las siguientes instituciones: En el Archivo Nacional de Cuba se consultaron además del fondo de protocolo, el de Antigua Anotaduría de Hipoteca, el de la Real Hacienda, las Reales Cédulas dictadas por estos años y la mapoteca. - Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana: se analizaron los mapas y planos de la ciudad, y las Actas Capitulares del Cabildo de La Habana. - En el Registro de la Propiedad del Municipio de La Habana Vieja: se estudiaron expedientes relacionados con los inmuebles que datan de los siglos XVII y XVIII. Se examinaron 19 expedientes relacionados con los inmuebles de los siglos XVII y XVIII que han sido sometidos a restauración por la O.H.C. - En el Archivo de la Dirección de Arquitectura Patrimonial de la Oficina del Historiador XVIII y que en algunos casos han sido restaurados por la oficina del Historiador de la ciudad, e intervenidos arqueológicamente, de un 31 inmuebles. Se estructuró la tesis en cuatro capítulos: La estructura de la investigación se inicia enunciando el marco teórico, que abarca diversas áreas del conocimiento como la historia, la sociología, la arquitectura y la arqueología. Se analizó no solo la estructura física de los inmuebles, sino también cómo estos sitios constituyen un reflejo de lo que acontecía en la vida cotidiana de la ciudad. Se partió del presupuesto de que se trata de una sociedad donde perviven rasgos de una sociedad esclavista, con un contexto internacional de formación del capitalismo; para su comprensión tuvo que adoptarse conceptos contemporáneos de la historia social. El estado de la cuestión se dividió en dos subacápites. El primero, desde un contexto internacional, haciendo énfasis en los trabajos que se han realizado en la región de América y que han aportado a la teoría del conocimiento para esta monografía. En un segundo momento, los trabajos de investigadores cubanos que desde sus perspectivas gnoseológicas han abordado elementos de interés para el estudio de los espacios domésticos habaneros en los siglos XVII y XVIII. La aplicación práctica del saber teórico generado en el curso de esta investigación estuvo claramente enfocada a la restauración arquitectónica de los espacios domésticos dentro del centro histórico de La Habana, conocimiento que es hoy día cada vez más demandado con unos mínimos requisitos de rigor y respeto por las realidades históricas. En un segundo capítulo es de destacar que al reseñar los componentes que formaron parte de la sociedad habanera en el período, para un mejor análisis, los datos recogidos en las fuentes de archivo se dividió la población no sólo por origen étnico, indios, negros y mulatos sino también, por estrato social: esclavos, la aristocracia criolla, los estratos populares. En un segundo plano por oficios: la oficialidad, los funcionarios públicos, comerciantes; por otra parte el clero y la guarnición. Un tercer capítulo se enunció las características de la arquitectura doméstica y sus elementos estructurales. Estudiar la arquitectura doméstica habanera implica el reconocimiento del marco general, la ciudad y su urbanismo, así como también las influencias del repertorio español y latinoamericano relacionado con estos. Es por ello que este capítulo tiene un primer epígrafe dedicado a la evolución de la villa de San Cristóbal de La Habana como consecuencia de su función de puerto y escala, el cual contribuyó al desarrollo urbanístico y arquitectónico que la llevó a convertirse en una de las más importantes ciudades portuarias, no solo de la isla sino de América. En un segundo epígrafe se abordaron las leyes y reales órdenes que fueron dictadas para el reordenamiento territorial de la ciudad, y las relacionadas directamente con los espacios domésticos: disposiciones jurídicas que, a pesar de que no cumplirse a cabalidad, trazaron las directrices de lo que debían ser las ciudades en los territorios de las Indias. Se incluyó un acápite sobre ingenieros, maestros de obras y alarifes, obras por ellos proyectadas o ejecutadas, ejemplos encontrados en la documentación consultada para esta tesis. Información que en su mayoría es inédita, teniendo en cuenta que para este período no existía todavía una organización gremial que los identificase, ni un cuerpo de normas a seguir para la construcción de los espacios domésticos. Se demostró la variedad arquitectónica de esta etapa, a partir de dos tipos de clasificaciones, una por los sistemas constructivos y materiales; y una segunda, basada en las características arquitectónicas de las edificaciones y su emplazamiento en las parcelas. Algunas ya han sido documentadas por otros investigadores y constituyen manifestaciones que a, pesar de las transformaciones que han experimentado, aún persisten en el centro histórico. Un ejemplo de las variantes constructivas de la arquitectura doméstica de los siglos XVII y XVIII en La Habana lo constituyen las casas con cuarto alto esquinero. Luego de definir sus características, se profundizó en la historia de cada uno de los inmuebles de este tipo que aun se conservan en el centro Histórico, un total de seis, algunos de los cuales, no todos, han sido objeto de intervención por la OHC. Para ejemplificar mejor esta tipología, se ha expuesto un estudio de caso, el inmueble que se halla en las intercepciones de las calles del Teniente Rey y Aguiar. El cual se ha podido restaurar después de realizar investigaciones arqueológicas, históricas e intervenciones de otras ramas de la restauración. Un último capítulo comprendió los espacios domésticos, su interior, la relación de lo público y lo privado, la función y distribución de estos. Los muebles utilizados, así como las familias que habitaron estos hogares. Los múltiples relaciones que se establecieron dentro de estos espacios reflejo de la vida cotidiana de una ciudad portuaria que era La Habana en aquel entonces, una sociedad esclavista y castrense. De modo general quisiera comentar algunos resultados que se obtuvieron en el curso de la investigación, y que se encuentran reseñados en los capítulos y acápites anteriormente mencionados. Se ha calculado que en los comienzos del siglo XVII La Habana debió tener una población total de unas 3 000 personas, más 400 soldados de guarnición. Al cierre del período que se trata, se aprecia un crecimiento en el número de la población, de los vecinos y los residentes, así como en la entrada de los negros y otros grupos étnicos. Otra perspectiva para entender los límites entre lo privado y lo público dentro de la casa es a partir de las categorías de análisis de género, pues históricamente se ha establecido una dicotomía entre espacio público y espacio privado, asignándoles el primero a los hombres y el segundo a las mujeres. Entre las relaciones sociales y vínculos afectivos dentro de los espacios domésticos, se hallan aquellos en los cuales es centro la mujer, en sus funciones de madre, trabajadora, transmisora de conocimientos y valores a las nuevas generaciones. No obstante, al leer los documentos generados por las mujeres es posible interpretar su accionar también en la vida cotidiana en los espacios públicos, y cómo algunas de ellas llegaron a áreas atribuidas solo a los hombres, contribuyeron de esta manera a la sociedad que se formaba y fomentaba en La Habana. Al reconocerse el valor de la información obtenida en los documentos trasuntados, se entendió el papel que jugó la infancia, dentro de los espacios domésticos, y que a veces es silenciado no sólo por la historiografía sino también en las escrituras de la época, se hace necesario dedicar un subacápites a los niños y niñas, o menores tal como son reconocidos en los documentos. Los menores protagonizaron algunas de las dinámicas más sensibles y complejas dentro de cada grupo social y entre los diferentes estratos, marcando la vida cotidiana dentro de los espacios donde se desenvolvieron. Por ejemplo los niños esclavos, en ocasiones separados de sus madres con pocos años de vida, se ocupaban de diversas labores. Muchos llegaron a sufrir el cautiverio todas sus vidas y algunos llegaron a lograr la protección de sus amos, incluso la libertad a la muerte de estos. El número de huérfanos blancos y mestizos en la ciudad era considerable; se empleaban en cualquier tipo de labor practicable con ninguna o poca escolaridad, o como aprendices de oficios; algunos lograron beneficiarse con estrategias por parte de las autoridades de la época. Los hijos de las élites de poder por su parte eran criados por un ama de leche negra o mulata, llegando a crearse entre ellos fuertes lazos afectivos que, con los años, podían llevar a la libertad de la esclava; los varones solían estudiar fiera del hogar, las niñas mayormente permanecían en estos aprendiendo cuestiones relacionadas con el ámbito doméstico. Tras el análisis de los diferentes componentes sociales que conformaron la ciudad de La Habana entre los años de 1650 y 1750 se reconoce que este fue un período de formación de la sociedad criolla, con características muy bien definidas diferentes al resto de los grupos que le dieron origen. Uno de esos rasgos distintivos fue la forma de construir. Formalmente el arte y las técnicas constructivas que traían los españoles se fueron adaptando a las nuevas circunstancias geográficas, ambientales, económicas y de organización propias de nuestras tierras, dando lugar, con el de cursar del tiempo, a variantes tipológicas. En su diversidad mediaron, además de los agentes estéticos, factores naturales y socioeconómicos, entre los que se pueden citar los materiales que se encontraban en los sitios escogidos para el asentamiento de cada una de las villas (piedra caliza, arcillas y madera), la cantidad y calificación de la fuerza de trabajo, así como los recursos con que contaba cada individuo para erigir su morada. Estos elementos incidieron en la riqueza constructiva de los siglos XVII y XVIII habanera y quedaron plasmados en los documentos consultados para esta monografía. Se amplió el repertorio de la vivienda, incluyendo las alternativas funcionales, formales, constructivas y espaciales que caracterizaron la arquitectura doméstica del período que comprende los años de 1650 a 1750. Con los ejemplos hallados en los más de 200 escrituras y demás documentos estudiados para esta tesis se demostró la coexistencia, por estos años, de varios tipos de construcciones de uso doméstico en la ciudad de La Habana que evidencian la presencia en una misma manzana de casas de rafa, tapia y teja (de una o dos plantas), con otras de tapia y guano, casas colgadizos, casas de tablas y embarrado, bohíos y solares sin construir. 1- Clasificación según los sistemas constructivos Los techos constituyen uno de los elementos de mayor complejidad y funcionalidad de la casa; estos tienen además de su función de cierre físico, el de cierre estructural. En una primera etapa fueron frecuentes las cubiertas de paja y terrado, pero fueron despareciendo, los primeros por los numerosos incendios que destruyeron gran parte de la ciudad y los segundos por las condiciones climáticas de la isla, especialmente por las constantes lluvias que llevaron a generalizar las cerraduras de madera cubiertas de tejas de cerámicas, conocidos como techos de tejas. Pueden apoyar de forma gráfica la existencia en La Habana de finales del siglo XVII de este tipo de inmuebles los dibujos del ingeniero militar Juan de Ciscara. En ellos se observan varias viviendas de dos y hasta tres pisos, así como las que elevan el puntal en la esquina, a modo de torre, otorgando a la ciudad una riqueza volumétrica que fue desapareciendo en la medida que se fue uniformado la escala de las edificaciones en los siglos posteriores. - Casa con cubierta de guano Las casas de madera y rafas con techos de guano se generalizaron por toda la Isla durante varios siglos, conservándose hoy día en áreas rurales la técnica de techar con fibras. En las primeras décadas del poblamiento de Cuba y la fundación de las villas, las iglesias y demás construcciones importantes tuvieron también techos de guano, entre otras causas, por el fácil acceso a la materia prima y a la fuerza de trabajo: los indios. Algunas viviendas eran de madera y sustituyeron el guano por tejas, conservándose en la actualidad en barrios periféricos de la capital. - Casa de madera con cubierta de teja. En protocolos notariales fechados en 1589 se hace mención de este tipo de inmueble en La Habana. A pesar que su número no sea considerable en las escrituras trasuntadas, se debe tener en cuenta que fue una variante de vivienda en el período. - Casa de embarrado La técnica de muro de embarrado, o pared embarrada, aún se conservan en ciudades del interior del país, como el pueblo de San Pedro en Trinidad. Los documentos consultados que reseñan estas casas en La Habana intramuros dejan sin sustentabilidad el criterio de que sólo en las regiones del centro del país existieron este tipo de construcciones. - Los bohíos Entre los inmuebles construidos con los llamados materiales vulnerables (guano y madera) estaban los bohíos, los cuales no eran privativos de negros e indios como se ha conocido hasta este momento. Podían ser viviendas o edificaciones anexas a la vivienda principal como áreas de cocina y caballeriza. 2- Clasificación que imbrica los ejemplos anteriores, pero en este caso según la tipología arquitectónica y la distribución espacial en las parcelas - Casa huerta La casa huerta estaba formada en ocasiones por dos o más construcciones retiradas de la línea de fachadas y delimitadas por muros tapiales o de piedras. Eran parcelas donde se jerarquizaba el área de autoconsumo, crianza de aves y cerdos, y la siembra de hortalizas y árboles frutales. Es de subrayar que esta tipología se encontraban en todos los barrios de la ciudad intramuros. - Solar y casa El solar era un terreno urbano, una parcela que podía estar construida o no. Al igual que las casas huertas se cercaba con muros de tapia, piedra o algún arbusto o cactus que delimitara sus linderos. Estos, como las huertas, fueron fragmentándose y dando paso a nuevas variantes de ocupación de las parcelas. - Casa colgadizo Destacable es la distinción que existe en la documentación consultada para esta tesis entre una casa con colgadizo y una casa colgadizo. La primera se refiere a una vivienda que tiene anexada una o más construcciones en forma de colgadizo; las cuales pueden ubicarse a un lado del solar o al fondo; estas dependencias tenían las funciones de áreas de servicios, caballerizas y cocinas. Por otra parte las casas colgadizos son aquellos inmuebles con cubierta inclinada a una sola agua, y que no necesariamente se debe a una solución de emplazamiento en el solar, por la existencia de paredes medianeras. La inclinación puede ser a un lado, o al interior del solar, formándose galerías al fondo de la casa, que en muchos casos tuvieron la función de comedor o salas de estar. - Casa de patio Existe una estrecha relación entre el trazado regular con lotes en arrimo y la casa de patio. Este modelo o tipo se desarrolló en las Indias Occidentales independientemente de la región o la clase social a que pertenecieron sus propietarios. El patio constituyó fuente de luz y ventilación, una solución arquitectónica a esa trama compacta que caracterizó a varias ciudades en América, incluida La Habana. Un ejemplo de esta tipología de casa de patio son las casas con cuarto alto esquinero, donde se exponen algunos ejemplos que se conservan en La Habana, y responde a un modo de construir de este tiempo. En el actual Centro Histórico de La Habana se han podido determinar dos variantes de casas con cuarto alto esquinero. En la primera, el cuarto alto se eleva a tal altura que excede el puntal del inmueble, con una cubierta a cuatro aguas. Puede estar compuesto por una habitación o dos muy pequeñas que dan la imagen de una torre mirador. Los vanos dan acceso a un balcón con tejadillo, como es el caso de la casa del Teniente Rey # 159-161 o la casa de Riveros Vasconcellos. En el otro prototipo de esta modalidad de casa, el cuarto en los altos se halla inmerso en la volumetría de la misma con ajuste interior de los puntales. En estos casos, las habitaciones de los altos son bajas y sus vanos no tienen ningún tipo de balcón. Ejemplos son las casas de San Ignacio # 602, esquina a Acosta; Habana # 932, esquina a Paula; y el desaparecido inmueble que se encontraba en las esquina de Compostela y Empedrado. Para ejemplificar mejor esta tipología, se ha expuesto un estudio de caso, el inmueble que se halla en la intercepción de las calles del Teniente Rey, esquina Aguiar, el cual se ha podido restaurar después de estudios arqueológicos, históricos y resultados de otras ramas de la restauración. Los cambios de usos de los espacios domésticos se encuentran estrechamente relacionados con el desarrollo de la ciudad. La casa del Teniente Rey No. 25 es fiel ejemplo. Se erigió como el resto de los inmuebles estudiados de esta tipología como morada unifamiliar. Sus propietarios al trasladarse a nuevas zonas de poblamiento fuera de las murallas, fragmentándose la propiedad para la adquisición de mayor renta. Como el resto de las casas de la zona en la mitad del siglo XIX se divide en otros espacios dedicados a funciones domésticas y establecimientos comerciales. La esfera pública y la privada forman parte de un tejido socialmente continuo en el que muchas veces la primera parece defenderse a partir de la segunda. La sociedad implica la relación de sus sujetos, que responden a varios modelos según al grupo al que pertenezcan y el contexto en donde se desenvuelvan. En este sentido, el discurso iconográfico de la privacidad es fronterizo, ubicado a medio camino entre el espacio de lo individual y el espacio de las relaciones del sujeto con otros de su misma condición socioeconómica y con los que pertenecen a estratos sociales diferentes. Dentro de los espacios domésticos existirán lugares donde esta interrelación de lo público y lo privado se manifiesten por sus funciones en la vida diaria. Por ejemplo, las salas, que, al igual que las galerías de los patios, constituyeron por sus usos espacios de sociabilidad, lugares donde confluyó el núcleo familiar que habitaba en la casa, la servidumbre y las visitas. No había edificios destinados para teatros u otras funciones de entretenimiento, lo que no significaba que no se efectuaran en las calles o dentro de los espacios domésticos representaciones teatrales, bailes y demás reuniones sociales, así como la práctica de los diferentes servicios como pulperías, hostelería y puntos de ventas de los disímiles artículos. Los espacios domésticos constituyeron el eje central de la vida de sus habitantes, desde el mismo momento del nacimiento y hasta el final de la vida, en la muerte. En la casa era donde se nacía; la señora partera, junto con las mujeres de la familia, ayudaba a llegar al mundo al nuevo miembro. Los niños crecían educados bajo los preceptos de la Iglesia Católica, marcando las diferencias según el núcleo familiar, influenciados por los conflictos y avatares de la sociedad en que vivían y el grupo al que pertenecían. En la casa era donde el enfermo era cuidado por sus seres queridos, y desde donde, dado el caso, era trasladado a los pocos hospitales de la ciudad. Lo más común era que las personas muriesen en sus casas y que desde estas fueran trasladadas a las iglesias donde eran enterradas. Los espacios que conformaban las viviendas eran el zaguán, la sala, el comedor (en ocasiones se utilizaban las galerías para estos fines), los aposentos, el patio y un área de servicios (cocina, caballeriza y espacios de uso de los esclavos). Esta área de servicio se situaba al fondo de los solares; en algunos casos fueron parte de la casa principal, en otros, formaban un cuerpo constructivo aparte. En el caso de los profesionales, los espacios de oficinas, gabinetes, bibliotecas o despachos eran habitaciones accesibles desde la entrada de las casas. Propiedades, muebles, vestidos, joyas, número de esclavos, además de su función utilitaria, reflejaban el estamento social de las familias, manifestaban el estilo de vida, los valores y las personalidades de los dueños de la casa. No solo dejaban ver cuestiones de nivel económico, sino también culturales, el ritmo de vida y los hábitos que se desarrollaron dentro de cada espacio doméstico. Los muebles fueron objetos que tanto mujeres como hombres ingresaban al matrimonio. A lo largo del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, no varió la cantidad de muebles dentro de los espacios domésticos, pero sí la calidad de la hechura. Los artesanos criollos, mulatos y mestizos comenzaron a crear un estilo de mobiliario autóctono, donde se realzaban las maderas cubanas con proporciones audaces y una rica ornamentación. El análisis de los contextos arqueológicos pertenecientes a los siglos XVII y XVIII hallados en inmuebles habaneros, demuestra el uso frecuente de utensilios ligados a la cocción e ingestión de alimentos, confeccionados con materiales diversos, los cuales pudieran denotar cierto refinamiento de los pobladores de esta ciudad. Los implementos de cocina, al estar diferenciados con el servicio de mesa, no poseían características intrínsecas que los hicieran atribuibles un grupo social u otro. A continuación se comentará a groso modo las principales conclusiones obtenidas tras la investigación llevada a cabo en esta tesis doctoral. 1- En primer lugar, es preciso destacar que esta tesis doctoral se ha enfatizado en la importancia de la vida cotidiana. Los espacios de la ciudad mantuvieron algunas características similares a los de España. Sin embargo, las diferencias del clima, la iluminación natural y los materiales que se tenían a la mano fueron marcando variantes en las costumbres y en las formas de construir, de modo que afloraron nuevas manifestaciones culturales en la Ciudad. El factor demográfico aportó diversidad cultural al modo de organización de la sociedad en todos sus órdenes. Al proceso de convivencia de los indígenas con los españoles ¿quienes, a su vez, presentaban acentuadas diferencias culturales según la región de origen¿, se sumó la presencia de los esclavos africanos. A las generaciones de criollos (indios, negros, blancos y mestizos), les distinguirían rasgos culturales e intereses que diferían con los de los pueblos de procedencia. La historia de la vida cotidiana se reconoce como la historia de la vida privada y forma parte importante de la historia social y cultural de una nación; en ella existe una continua relación entre la vida pública y la vida privada. La casa, como entidad arquitectónica, es considerada como un texto donde puede leerse sobre las personas que la habitan, las variadas relaciones y jerarquías que se establecen entre ellas, sus gustos, sus valores, su estatus económico dentro de la sociedad. Es un espacio donde coexisten elementos materiales que por sus funciones nos hablan de qué tipos de relaciones de sociabilidad se establecen en cada habitación, constituyen la expresión de cada estamento social y dan cuenta de una forma de habitar en cada período histórico. 2- En segundo lugar, demostramos que la arquitectura doméstica de La Habana en ese período de estudio no fue tan pobre y simple como se ha señalado tradicionalmente. Los documentos consultados indican una variedad de construcciones asociadas a distintos estamentos sociales junto a las viviendas de las capas más ricas, que posteriormente formaron la oligarquía criolla. Se difundieron diversas tipologías o modelos, con prevalencia de un estilo u otro en cada época, algunos de cuyos exponentes se pueden ver hoy. Con la información obtenida de las escrituras notariales ha aportado una mayor complejidad en la clasificación tipológica de la arquitectura doméstica desarrollada en La Habana en los siglos XVII y XVIII. Las primeras viviendas se erigieron de forma desorganizada. A partir del siglo XVI, con el aumento de la población, se fueron percibiendo en la trama urbana cambios que llegarían a nuestros días. 3- En tercer lugar se ofrece en esta tesis un estudio de la vida cotidiana en los espacios domésticos habaneros. Esto implica investigar la manera en que se vivía no solo dentro de las casas, donde la fronteras de lo privado y lo publico no son tan claras, al (lo privado), al intentar de entender el comportamiento humano fuera de estas. A ello se le agrega que al estudiar la ciudad y su célula, que es el hogar, han de tenerse en cuenta elementos externos como la historia del país, las relaciones internacionales, el medio geográfico, el desarrollo económico, político y social del período histórico e investigar su influencia en el desenvolvimiento de los espacios domésticos diferenciándolos unos de otros por región y cronología. Las casas tiendas y los talleres eran fieles ejemplos de la multifuncionalidad de los espacios. En estos casos se unían las funciones domésticas con la comercial y la productiva, que suponían el sustento de los moradores. Sobre los usos de los espacios domésticos habaneros no se ha podido dejar de mencionar aquellos inmuebles que albergaron entidades religiosas. Un ejemplo fueron los cabildos de nación. 4- En cuarto lugar, al analizar las funciones del mobiliario doméstico, se ha indicado que este no se puede ver como un conjunto de objetos inanimados. Los muebles no han estado divorciados de la capacidad de actuar de las personas, por lo que transmiten las relaciones sociales que se establecen a partir de sus usos. 5- El sistema matrimonial que se desarrolló fue la monogamia, basándose en los criterios de la religión católica. En este tipo de uniones se establecía que el hombre era el jefe de la familia, al que todos debían obedecer. En la mayoría de los sectores sociales, sobre todo en los grupos de poder, el matrimonio constituía una estrategia económica. En este período la familia tradicional fue ¿más que una unidad emocional, reproductiva¿ una unidad productiva. Por su parte, en los grupos menos favorecidos, el matrimonio podía constituir un mecanismo de ascenso en la escala social. Como conclusión final la investigación de los espacios domésticos permitió asomarse al comportamiento de las personas en la intimidad de sus moradas, sus relaciones en la convivencia al interior de estas y en el entorno más próximo, pero también mostró el funcionamiento de la casa con su valor simbólico de representación y de exhibición de los cánones sociales prevalecientes en San Cristóbal de La Habana de 1650 a 1750. En los anexos se han dispuesto algunos documentos que han sido trasuntados por la autora y que en su mayoría fueron utilizados para apoyar el discurso de la tesis. Así como también se ha elaborado una tabla que ejemplifica la diversidad y riqueza de la arquitectura doméstica en este período que se trata. Antes de concluir quisiera agradecer a mis directoras de tesis, por su apoyo, paciencia y dedicación en estos años. A los profesores del programa del Doctorado Iberoamericano ¿Gestión y Conservación del Patrimonio¿ auspiciado por la AUIP y la Universidad de Granada (España) Esta investigación contiene datos inéditos, fruto del trabajo de arqueólogos y especialistas cubanos, a todos ellos les agradezco sus colaboraciones. Así mismo al personal de cada uno de los archivos y centros de información donde he trabajado en estos años. No por último menos importante, y es a quienes dediqué esta tesis, a mi familia y a mis amigos que siempre estuvieron a mi lado.