Flamenco y compromiso social en el cine y en las artes escénicas en los últimos años del franquismo (1960-1975)

  1. Ceccherini, Francesca
Dirigida por:
  1. Francisco Perujo Serrano Director/a
  2. Macarena Navarro-Pablo Director/a
  3. Marco de Marinis Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Sevilla

Fecha de defensa: 05 de febrero de 2016

Tribunal:
  1. Francisco Javier Escobar Borrego Presidente/a
  2. Francisco Javier Paniagua Rojano Secretario/a
  3. Vito Di Bernardi Vocal
  4. Juan Manuel Suárez Japón Vocal
  5. Elena Cervellati Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 396139 DIALNET lock_openIdus editor

Resumen

La tesis doctoral Flamenco y compromiso social en el cine y en las artes escénicas en los últimos años del franquismo (1960-1975) tiene como objeto la demostración de cómo el arte flamenco participó en los eventos históricos y sociales que marcaron el nacimiento de una oposición cultural en el seno de la dictadura franquista a lo largo de los años sesenta y setenta y cómo este compromiso se reflejó dentro de un cine y un teatro socialmente comprometidos tal como fueron las corrientes del Nuevo Cine Español, la Escuela de Barcelona y los grupos de teatro independiente Teatro Estudio Lebrijano y La Cuadra. Por ello, el trabajo se ha centrado en el estudio del arte flamenco desde un enfoque interdisciplinario, gracias al cual ha sido relacionado con otras ramas del saber como la Antropología, la Sociología, las Artes Escénicas y la Documentación Audiovisual. El punto de partida de la investigación han sido dos conceptos prestados de la Sociología y de la Semiótica, es decir, la consideración del arte flamenco como un elemento social y heteroglósico. La primera noción ha sido formulada por el sociólogo y flamencólogo alemán Gerhard Steingress, según el cual el cante flamenco no es sólo un hecho artístico sino, y sobre todo, un hecho social (Steingress, 1998; 2005; 2006) y, por lo tanto, sujeto a los cambio históricos y culturales de la sociedad. La segunda, la consideración del flamenco como un arte heteroglósico, ha sido formulada por el antropólogo americano William Washabaugh, tomando prestado este concepto del filósofo del lenguaje M. Bajtin, el cual sostiene que la palabra tiene un naturaleza ambigua, está profundamente influenciada por su proyección histórica y el signo es un elemento ideológico, dinámico y vivo que cambia según el contexto en el que se mueve (Bajtin, 1935). Retomando esta postura, Washabaugh considera que los acontecimientos flamencos pueden contener distintas ideologías escondidas dependientes del contexto histórico y social en el que se manifiestan. Centrándose en la época estudiada -años sesenta y setenta- afirmará que “las actuaciones flamencas promovieron durante un tiempo el avance y la regresión política, la liberación y la clausura de mentalidades, la resistencia y la complicidad” y por ello legaría a afirmar que detrás de toda actuación o escrito sobre el flamenco existe una ideología latente (Washabaugh, 2005: 24). Relacionando estas dos nociones con la presencia del flamenco en el ambiente teatral y cinematográfico de los años sesenta y setenta, ha sido posible comprobar cómo los cambios sociales y políticos influenciaron profundamente en la proyección de este arte dentro de la sociedad del tiempo y, sobre todo, en lo relativo a su presencia en el cine y en el teatro de la época. Efectivamente, en estos años, la sociedad española estaba viviendo unos cambios significativos que podemos resumir bajo las palabras apertura ydisidencia. La necesidad de entrar en el contexto político y económico europeo, dominado por unos estados democráticos que consideraban a la dictadura franquista una presencia no grata dentro de la Europa liberal de los años sesenta, obligó al régimen a tomar medidas para suavizar su imagen exterior. En este contexto, la dictadura se encontraba en una situación política y social bastante frágil, pues tenía que aparentar una cierta democratización de sus estructuras políticas, sociales y culturales y, al mismo tiempo, lograr conservar el poder en una sociedad que ya no se reconocía en sus principios. Esta etapa, marcada principalmente por la presencia del Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga Iribarne, fue caracterizada por reformas económicas y sociales importantes como la Ley de Prensa o la Ley de Libertad Religiosa que, por un lado, intentaban poner a España al mismo nivel de los otros estados europeos, pero por el otro, obligaban al gobierno franquista a tomar medidas a la hora de controlar la libertad de expresión de sus ciudadanos. Así, mientras el Ministerio fomentaba un cierto aperturismo cultural centrado principalmente en la difusión de dramaturgos y cineastas extranjeros antes prohibidos como Sastre, Weiss o Camus y en la creación de una escuela de cine que pudiera competir con movimientos culturales vanguardistas como La Nouvelle Vague francesa o el Free Cinema inglés, por el otro, una rígida Junta de Censura controlaba y prohibía las obras consideradas dañinas para la imagen del régimen. Font compararía esta situación con la fórmula lampedusiana, de “cambiarlo todo para que en realidad nada cambie” (Muñoz Cáliz, 2005: 147), es decir, de una estrategia fomentada por el gobierno a la hora de aparentar un clima democrático sin renunciar por eso a su control político. En este marco histórico determinado por el europeísmo y la represión, tomó vida un movimiento cultural y político que aspiraba a la democracia y que utilizaba el arte como instrumento de reivindicación y de enfrentamiento al régimen. Lo que más destacó de este movimiento es que no fue sólo político sino que fue, sobre todo, social y cultural. Respecto a la rama del cine y del teatro éste surgió a partir de los años cincuenta con cineastas como Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem, el italiano Marco Ferreri o un joven Carlos Saura para luego madurar y hacerse más contundente a lo largo de los sesenta y setenta gracias a las obras disidentes de los representantes del Nuevo Cine Español, de la Escuela de Barcelona y de los cines independientes. En ámbito teatral, también empezó a manifestarse a lo largo de los años cincuenta con dramaturgos como Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre para luego crecer con los representantes de la Segunda Generación Realista (José Martin Recuerda, Lauro Olmo, Carlos Muñiz, Rodriguez Buded y Rodríguez Méndez) y los teatros independientes. Respecto al flamenco, en aquellos mismos años surgió el famoso movimiento de revalorización cuyo objetivo se centró en la promoción y dignificación de este arte. A través de esta corriente, el flamenco entró en contacto con el mundo de la universidad y de la cultura, cautivando a importantes intelectuales de otras ramas artísticas. Entre ellos, muchos pertenecieron a aquella izquierda progresista adversa al régimen franquista que intentaba, a través de la cultura, construir una resistencia política al poder. Fue el caso de los escritores, poetas y flamencólogos Fernando Quiñones, Caballero Bonald, José Luis Ortiz Nuevo; críticos como José Monleón o Francisco Almazán o artistas como José y Francisco Moreno Galván. En su lucha contra el estado franquista, la izquierda progresista se acercó a la cultura popular y vio en los orígenes sociales y culturales del flamenco el símbolo de un pueblo oprimido que pedía justicia.