Umbrales. Paisajes de transición entre conjuntos urbanos y ruedos agrícolas en la sierra morena de huelva
- Coronado Sánchez, Ana
- J. F. Ojeda-Rivera Director
Universidad de defensa: Universidad de Sevilla
Fecha de defensa: 17 de julio de 2020
- Carmen Espegel Alonso Presidente/a
- Victoriano Sainz Gutiérrez Secretario/a
- Florencio Zoido Naranjo Vocal
- Enric Batlle Durany Vocal
- Flora Pescador Monagas Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
La Comarca de la Sierra de Aracena, al norte de la provincia de Huelva, no constituye una unidad homogénea ya que los diferentes ambientes y procesos históricos han dado lugar a complejidades internas que son fácilmente apreciables. La orografía, la humedad, la presencia permanente de agua, la condición fronteriza-periférica y la actividad minera han sido factores clave en su estructura territorial y de poblamiento, su arquitectura y sus paisajes. Por ello, el interés de los asentamientos históricos se encuentra especialmente en las relaciones que se establecen con sus entornos inmediatos, donde se generan paisajes de transición diversos y llenos de matices. Estos espacios de encuentro son el resultado de las diversas soluciones de emplazamiento definido por las poblaciones y así mismo de las relaciones que se han tejido entre las funciones productivas y domésticas, siendo también el resultado de la mezcla producida entre ecosistemas y territorios dinámicos en función de coyunturas socioeconómicas. La red de asentamientos en esta porción occidental de la Sierra Morena andaluza adquiere una singular densidad de núcleos pequeños, próximos, muy conectados y con paisajes altamente antropizados y de gran calidad. Buena parte de este sistema territorial se vincula a las transformaciones del ciclo temporal del siglo XVIII, donde el pensamiento ilustrado induce un auge repoblador y la puesta en producción del territorio a partir de una red de núcleos especializados en diferentes producciones en sus ruedos agrícolas, espacios cercados con muros de piedra de micropropiedad agroganadera, donde se cultiva en secano y regadío realizándose también labores ganaderas. Estas labores suelen desarrollarse en continuidad con los corrales de las casas del borde urbano y en algunos de ellos se han implantado amplios sistemas de riego por acequias –aquí llamadas lievas-, de almacenaje de agua – albercas- y de producción –molinos- así como, según las zonas, dehesas, espacios boscosos de alcornocales vinculados a la transformación del corcho y bosques de castaño cultivados. Estos paisajes son muy cualificados, pero de alta fragilidad, tanto por su gran accesibilidad visual – ya que son muy visibles al aproximarse a las poblaciones- como porque al ser tejidos “vivos” su conservación depende del papel social y productivo que juegan. En muchos casos hoy se encuentran en proceso de decadencia, o bien inducidos por dinámicas de abandono, desfigurados por construcciones fuera de escala, o por la dispersión residencial sobre los parcelarios históricos. Debido a esa dinámica quizá sería necesario pensar en la necesidad de una nueva mirada de ordenación e intervención que parta de la complejidad de estos espacios híbridos, que permita la preservación de sus valores pero que recupere su papel activo como lugares multifuncionales y habitados de una alta significación histórica y de gran calidad que cualifica estos asentamientos. Los paisajes de umbral son muestras de la estrecha interrelación entre los asentamientos urbanos y sus entornos inmediatos, caracterizados por la diversidad y lo menudo, como resultado de procesos de construcción territorial en un soporte que fomenta lo diverso y lo pequeño, a partir de un entendimiento muy preciso del entorno. Por ello, los principales valores patrimoniales no residen tanto en la monumentalidad de la arquitectura o en la excepcionalidad de los espacios naturales sino en la interrelación vivida entre naturaleza y cultura que se evidencia en estos umbrales, a modo de ecotónos o solapamientos de ecosistemas y territorios híbridos de paisajes medios, como los define Yi-Fu Tuan [2003, pp. 49], apreciados en el marco de la cultura urbana contemporánea, como los que se encuentran en el punto medio entre la artificiosidad de la ciudad y la naturaleza salvaje que suscitan más interés si cabe porque aparentan ser más cercanos al hombre que “sus polos opuestos, la naturaleza y la ciudad”.