La Inteligencia y Educación Emocional en el aula

  1. Pedro Gallardo Vázquez
  2. José Alberto Gallardo López

Editorial: Universidad de Sevilla

ISBN: 9788493373306

Año de publicación: 2015

Tipo: Libro

Resumen

La personalidad es un ámbito del desarrollo que es preciso abordar en el marco de las relaciones interpersonales y no al margen de ellas. Durante los primeros años de la infancia, el primer contexto en el que la gran mayoría de los niños crecen y se desarrollan es la familia. Los lazos afectivos y el sentirse unidos a sus padres y madres pueden ayudarles a desarrollar herramientas sociales, inteligencia emocional y confianza en sí mismos. A medida que se avanza en el desarrollo, los niños, van accediendo y participando en nuevos contextos y, en consecuencia, van apareciendo nuevas fuentes de influencia en el desarrollo de la personalidad. La escuela y la familia, las dos instituciones sociales de mayor repercusión en la vida del niño, se convierten entonces en los dos contextos más influyentes de cara a la configuración de la personalidad infantil; los padres, los docentes y el grupo de los iguales van a jugar un papel crucial en el proceso de socialización durante estos años. A través de las interacciones sociales que se establecen con todas estas personas, los niños van a aprender a comunicarse, comprenderán las normas de conducta e irán asimilando y adquiriendo los valores. Estas interacciones que se producen en la escuela y en el medio familiar les permiten consolidar o modificar muchos de los aspectos del desarrollo sociopersonal que se habían ido definiendo en los años anteriores. Los estudios de los autores sobre el desarrollo social del niño coinciden en dos presupuestos básicos: por un lado, la necesidad de considerar el desarrollo social estrechamente vinculado a los progresos intelectuales; por otro, la visión del niño como un ser dinámico y activo, cuya conducta social no solo es modelada por los otros, sino que es también origen de cambios producidos en la conducta de los que están a su alrededor. Esta concepción dinámica e interactiva se manifiesta en las relaciones personales, en el conocimiento que se va adquiriendo sobre la forma de ser y de actuar de las personas, en el conocimiento y participación en el grupo familiar y escolar. Ellos son ciertamente agentes básicos en el proceso de socialización del niño pero su funcionamiento –en diferentes niveles e intensidades- es también modificado por la actividad infantil. El niño, a través de sus experiencias, va construyendo su propia representación del mundo social, un mundo que acaba al principio en sí mismo, en su familia y en sus compañeros, pero que va ampliando progresivamente a las instituciones sociales, educativas, económicas y políticas. El desarrollo social no termina al final de la etapa infantil, sino que continúa a lo largo de la adolescencia y de la edad adulta.